Un campeón con cabeza y cuerpo en sintonía
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Dos décadas. Es el tiempo que Alberto Conejo (Barcelona, 1988) lleva dedicando a la orientación. Le pedimos que nos explique en qué consiste y lo resume así: «Un maravilloso deporte en la naturaleza en el que hay que completar un recorrido marcado en un mapa, en el que, además de una salida y una meta, hay varios puntos de control por los que se debe pasar en el orden marcado, aunque la ruta entre un punto y otro es libre, cada participante va por donde quiere o puede».
Pero la orientación es mucho más que eso. «Es un deporte muy completo», asegura, y es que confiesa que le afecta «muy positivamente» en su vida diaria, a nivel personal y laboral. «Aúna tres componentes esenciales, y hay que ser fuerte en todos ellos para competirlo a un alto nivel», apunta. Por un lado, la parte física, que «motiva a estar siempre en forma». También está la parte técnica, que exige «controlar la lectura del mapa, tener agilidad mental y capacidad para tomar decisiones rápidamente, todo ello mientras corres a 180 pulsaciones por minuto». Por último, la parte psicológica: «Concentrarte… y aprender a dominar cada carrera, y no que ella te domine a ti». La parte que él más entrena es la física, «tres o cuatro días a la semana, combinando natación, fortalecimiento, carrera y series». «Voy adecuando los planes de entrenamiento a mis posibilidades, porque seguir uno a rajatabla es complicado, no siempre se puede sacar el tiempo para cumplirlo», comenta.
Su afición comenzó como comienzan muchas por el deporte: en el colegio (en su caso, el Sagrado Corazón – La Anunciata de Valladolid, donde se trasladó a vivir con cinco años). «Teníamos un equipo de orientación y nos clasificamos para el campeonato regional, después para el nacional… y desde entonces ya no he parado», cuenta. Y carrera tras carrera, aquí sigue. En 2019 se proclamó campeón de la Liga Nacional de Orientación en la categoría H21A (que contó con 21 pruebas repartidas por diferentes puntos de España), revalidando un título que había conseguido ya hace nueve años. «Es más que nada un premio a la regularidad: fui a casi todas las pruebas de la liga -el sistema de ranking te permite faltar a alguna, pues puntúan tus mejores 14 pruebas- y estuve en la parte alta de la tabla en la mayoría de ellas, fue un suma y sigue que me llevó al primer puesto de la clasificación», dice.
Tras aquella primera victoria en 2011 subió hasta la categoría H-Élite, en la que permaneció tres años. «Es muy exigente, y entre que empezó mi vida laboral y me fui a vivir a otra ciudad, no podía seguir el ritmo, por lo que volví a H21A, bajando bastante la actividad», explica. El año pasado regresó a la capital del Pisuerga y volvió a tomárselo «en serio» (tanto, que se plantea volver a H-Élite: «Si no lo hago ahora, ¿cuándo?»). Retomó sus entrenamientos de manos del club al que pertenece desde 2004, el Club Deportivo Portillo Orientación, que actualmente está en la División de Honor a nivel nacional y ronda las 40 licencias. «Somos como una familia», asegura, y esos lazos deportivos le llevan también a competir en la Liga Norte, que componen clubes de Castilla y León, Asturias, Cantabria, País Vasco, Navarra o La Rioja.
Conejo celebra la presencia femenina en la orientación. «Cada vez hay más mujeres, ¡y vienen pisando fuerte! No sé la proporción exacta pero me atrevería a decir que hay un 65% de hombres y un 35% de mujeres». Aplaude también la abundante cantera: «Al ser un deporte que se desarrolla en la naturaleza, muchas personas optan por disfrutarlo en familia, lo que consigue que crezca también la afición entre los más jóvenes». También la fomenta el hecho de que este deporte «está muy potenciado a nivel escolar, lo que consigue que muchos niños y niñas se acaben enganchando a la orientación». Exactamente como le ocurrió a él hace ya 20 años, un vínculo que, espera, tarde muchos más en romperse: «Si en el futuro se dan factores externos que me obliguen a rebajar mi compromiso con este deporte, tendrá que ser así… Pero mi objetivo es competir a un nivel alto cuanto pueda y seguir disfrutando de ello». Apostamos a que así será, pues cuenta con la mejor brújula posible para guiarle en el camino: la pasión por la orientación.
Texto: Iris M. Vázquez
Fotografías: Persígueme
Pero la orientación es mucho más que eso. «Es un deporte muy completo», asegura, y es que confiesa que le afecta «muy positivamente» en su vida diaria, a nivel personal y laboral. «Aúna tres componentes esenciales, y hay que ser fuerte en todos ellos para competirlo a un alto nivel», apunta. Por un lado, la parte física, que «motiva a estar siempre en forma». También está la parte técnica, que exige «controlar la lectura del mapa, tener agilidad mental y capacidad para tomar decisiones rápidamente, todo ello mientras corres a 180 pulsaciones por minuto». Por último, la parte psicológica: «Concentrarte… y aprender a dominar cada carrera, y no que ella te domine a ti». La parte que él más entrena es la física, «tres o cuatro días a la semana, combinando natación, fortalecimiento, carrera y series». «Voy adecuando los planes de entrenamiento a mis posibilidades, porque seguir uno a rajatabla es complicado, no siempre se puede sacar el tiempo para cumplirlo», comenta.
Su afición comenzó como comienzan muchas por el deporte: en el colegio (en su caso, el Sagrado Corazón – La Anunciata de Valladolid, donde se trasladó a vivir con cinco años). «Teníamos un equipo de orientación y nos clasificamos para el campeonato regional, después para el nacional… y desde entonces ya no he parado», cuenta. Y carrera tras carrera, aquí sigue. En 2019 se proclamó campeón de la Liga Nacional de Orientación en la categoría H21A (que contó con 21 pruebas repartidas por diferentes puntos de España), revalidando un título que había conseguido ya hace nueve años. «Es más que nada un premio a la regularidad: fui a casi todas las pruebas de la liga -el sistema de ranking te permite faltar a alguna, pues puntúan tus mejores 14 pruebas- y estuve en la parte alta de la tabla en la mayoría de ellas, fue un suma y sigue que me llevó al primer puesto de la clasificación», dice.
Tras aquella primera victoria en 2011 subió hasta la categoría H-Élite, en la que permaneció tres años. «Es muy exigente, y entre que empezó mi vida laboral y me fui a vivir a otra ciudad, no podía seguir el ritmo, por lo que volví a H21A, bajando bastante la actividad», explica. El año pasado regresó a la capital del Pisuerga y volvió a tomárselo «en serio» (tanto, que se plantea volver a H-Élite: «Si no lo hago ahora, ¿cuándo?»). Retomó sus entrenamientos de manos del club al que pertenece desde 2004, el Club Deportivo Portillo Orientación, que actualmente está en la División de Honor a nivel nacional y ronda las 40 licencias. «Somos como una familia», asegura, y esos lazos deportivos le llevan también a competir en la Liga Norte, que componen clubes de Castilla y León, Asturias, Cantabria, País Vasco, Navarra o La Rioja.
Conejo celebra la presencia femenina en la orientación. «Cada vez hay más mujeres, ¡y vienen pisando fuerte! No sé la proporción exacta pero me atrevería a decir que hay un 65% de hombres y un 35% de mujeres». Aplaude también la abundante cantera: «Al ser un deporte que se desarrolla en la naturaleza, muchas personas optan por disfrutarlo en familia, lo que consigue que crezca también la afición entre los más jóvenes». También la fomenta el hecho de que este deporte «está muy potenciado a nivel escolar, lo que consigue que muchos niños y niñas se acaben enganchando a la orientación». Exactamente como le ocurrió a él hace ya 20 años, un vínculo que, espera, tarde muchos más en romperse: «Si en el futuro se dan factores externos que me obliguen a rebajar mi compromiso con este deporte, tendrá que ser así… Pero mi objetivo es competir a un nivel alto cuanto pueda y seguir disfrutando de ello». Apostamos a que así será, pues cuenta con la mejor brújula posible para guiarle en el camino: la pasión por la orientación.
Texto: Iris M. Vázquez
Fotografías: Persígueme