Una pasión tatuada en la piel y el espíritu
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Pasas cinco minutos con ella y ya quieres salir corriendo. En el sentido deportivo de la expresión, porque tiene una extraordinaria habilidad para transmitir y contagiar su devoción por el running. Hasta que hace siete años comenzó a correr, Lucía Miguel Heras (Valladolid, 1992) tenía una vida «muy sedentaria». Llevaba con su pareja desde muy joven. Tras dejarlo, necesitaba algo con lo que llenar un tiempo que se había quedado vacío. Fue entonces cuando su hermano Javi, que ya corría desde hacía algunos años, le tiró el guante. Se podría decir mejor que le tiró un par de zapatillas, y así empezó con este hobbie que se ha convertido para ella en una forma de vida. Ahora, no concibe un domingo sin carrera («una vez que entras en este mundo, es muy difícil salir»). O, como Lucía lo llama, sin «ir al psicólogo».
Fue su hermano, precisamente, quien la apuntó para participar en su primera prueba, la sexta edición de la Carrera de la Ciencia en la capital vallisoletana, el 13 de mayo de 2014. «Llevaba apenas un año corriendo y no era consciente de que era una distancia tan larga, 12 kilómetros», dice, «así que la recuerdo como una carrera superdura pero también muy bonita». Tras aquella primera vez, han llegado otras 250 carreras más. Una que recuerda con especial cariño es la última Media Maratón Ciudad de Valladolid: «Fue a verme mi madre, que no suele ir nunca; me la encontré por sorpresa en el kilómetro 11 y tuve que aguantarme las lágrimas hasta llegar a la meta».
Lucía guarda como un tesoro todos sus dorsales. Entre ellos, los de sus citas favoritas, imperdibles años tras año: la San Rocada de la localidad salmantina de Macotera, la Vuelta a los Jardines de La Granja (Segovia) o Los Cortados de Cabezón de Pisuerga, entre otras. Pasará a formar parte de la lista, seguro, una media o una maratón en Nueva York, cuando consiga cumplir un sueño que hace tiempo le ronda la cabeza. De momento, lo más lejos que se ha ido para participar en una carrera es Lisboa y, como siempre, junto a sus infatigables compañeros de andanzas: su hermano y su primo, Jesús. O, lo que es lo mismo, los miguelitos.
Se ha atrevido con todo: cross, trail, montaña, duatlón… y hasta triatlón. «Solo uno, porque odio nadar», comenta, entre risas, «pero quería intentarlo… ¡y lo logré!». Justo eso, «que puedes conseguir lo que te propongas», es lo que quiere transmitir desde su perfil en Instagram, toda una oda al running y al buen rollo que lo rodea. «Muchas personas que me siguen me dicen que les doy envidia, y yo les digo que se animen y que cuenten conmigo para empezar a correr». En 2016 comenzó a trabajar como líder de running en Decathlon, desde donde puso en marcha un proyecto de iniciación con el que motivar a la gente a correr que mantuvo durante dos años y medio: «Quedábamos todos los lunes para salir a correr juntos, llegamos a ser 30 personas, muchas animadas por ser una actividad en grupo, porque hay quien no se lanza por no hacerlo en solitario». Fue gracias a ese proyecto que conoció a su actual pareja, Sergio, y pensamos que no podía haber sido de otra manera que así, corriendo.
«Si me he visto mal alguna vez en una prueba, he optado por terminar caminando, pero jamás he abandonado una carrera», apunta. «Cuando siento que ya no puedo más, pienso en algo que realmente me haya fastidiado o me haya dolido de verdad en la vida… ¡y sigo!». Y así llega a la meta, «siempre con una sonrisa» y «pensando en la siguiente». No le obsesionan los tiempos: «Mi filosofía siempre es dar lo mejor de mí, pero sin llegar a odiar el esfuerzo que hago, trato de quedarme con un buen sabor de boca tras cada carrera».
Esa es una de las razones por las que, por el momento, no se plantea entrar en ningún club de atletismo. «Me gusta entrenar adaptándome a mis horarios y a lo que me pide el cuerpo cada día», cuenta. También porque no le atrae la idea de correr en pista. Prefiere hacerlo en el cerro de las Contiendas, su cancha favorita: «Me gusta por las bajadas, las subidas, el paisaje y porque se respira aire puro». «Me lo conozco como la palma de mi mano», añade. Si el trabajo se lo permite, prefiere entrenar (lo hace tres o cuatro veces al día) por las mañanas, sobre las 11.00 horas, «con el sol».
Para quienes tantas veces piensan en empezar a correr pero nunca se deciden, Lucía tiene un consejo: que se den «dos oportunidades, la primera, para probarlo; la segunda, para ganar confianza y persistir». ¿Y un porqué para hacerlo? «Porque correr te cambia la forma de ver la vida: te hace entender tu cuerpo, tus límites, esforzarte y sufrir mientras sientes placer a la vez, llegar a casa y estar en calma».
En su caso, correr le ha llevado también «a muchos sitios diferentes»: «A menudo me pregunto: ¿los hubiera conocido de no ser por el deporte?». Y no solo le ha traído nuevos lugares pisados, «también muy buenos amigos». Y la suerte de disfrutar de su pasión en familia. Y, sobre todo, diversión. Entre los muchos tatuajes que recorren la piel de esta runner entusiasta, hay uno especial: sobre su gemelo derecho trota desde hace dos años el dibujo de una mujer. «Quería algo que me recuerde cuando sea mayor todo lo que he conseguido y, en especial, lo bien que me lo he pasado».
Texto: Iris M. Vázquez
Fotografías: Persígueme
Fue su hermano, precisamente, quien la apuntó para participar en su primera prueba, la sexta edición de la Carrera de la Ciencia en la capital vallisoletana, el 13 de mayo de 2014. «Llevaba apenas un año corriendo y no era consciente de que era una distancia tan larga, 12 kilómetros», dice, «así que la recuerdo como una carrera superdura pero también muy bonita». Tras aquella primera vez, han llegado otras 250 carreras más. Una que recuerda con especial cariño es la última Media Maratón Ciudad de Valladolid: «Fue a verme mi madre, que no suele ir nunca; me la encontré por sorpresa en el kilómetro 11 y tuve que aguantarme las lágrimas hasta llegar a la meta».
Lucía guarda como un tesoro todos sus dorsales. Entre ellos, los de sus citas favoritas, imperdibles años tras año: la San Rocada de la localidad salmantina de Macotera, la Vuelta a los Jardines de La Granja (Segovia) o Los Cortados de Cabezón de Pisuerga, entre otras. Pasará a formar parte de la lista, seguro, una media o una maratón en Nueva York, cuando consiga cumplir un sueño que hace tiempo le ronda la cabeza. De momento, lo más lejos que se ha ido para participar en una carrera es Lisboa y, como siempre, junto a sus infatigables compañeros de andanzas: su hermano y su primo, Jesús. O, lo que es lo mismo, los miguelitos.
Se ha atrevido con todo: cross, trail, montaña, duatlón… y hasta triatlón. «Solo uno, porque odio nadar», comenta, entre risas, «pero quería intentarlo… ¡y lo logré!». Justo eso, «que puedes conseguir lo que te propongas», es lo que quiere transmitir desde su perfil en Instagram, toda una oda al running y al buen rollo que lo rodea. «Muchas personas que me siguen me dicen que les doy envidia, y yo les digo que se animen y que cuenten conmigo para empezar a correr». En 2016 comenzó a trabajar como líder de running en Decathlon, desde donde puso en marcha un proyecto de iniciación con el que motivar a la gente a correr que mantuvo durante dos años y medio: «Quedábamos todos los lunes para salir a correr juntos, llegamos a ser 30 personas, muchas animadas por ser una actividad en grupo, porque hay quien no se lanza por no hacerlo en solitario». Fue gracias a ese proyecto que conoció a su actual pareja, Sergio, y pensamos que no podía haber sido de otra manera que así, corriendo.
«Si me he visto mal alguna vez en una prueba, he optado por terminar caminando, pero jamás he abandonado una carrera», apunta. «Cuando siento que ya no puedo más, pienso en algo que realmente me haya fastidiado o me haya dolido de verdad en la vida… ¡y sigo!». Y así llega a la meta, «siempre con una sonrisa» y «pensando en la siguiente». No le obsesionan los tiempos: «Mi filosofía siempre es dar lo mejor de mí, pero sin llegar a odiar el esfuerzo que hago, trato de quedarme con un buen sabor de boca tras cada carrera».
Esa es una de las razones por las que, por el momento, no se plantea entrar en ningún club de atletismo. «Me gusta entrenar adaptándome a mis horarios y a lo que me pide el cuerpo cada día», cuenta. También porque no le atrae la idea de correr en pista. Prefiere hacerlo en el cerro de las Contiendas, su cancha favorita: «Me gusta por las bajadas, las subidas, el paisaje y porque se respira aire puro». «Me lo conozco como la palma de mi mano», añade. Si el trabajo se lo permite, prefiere entrenar (lo hace tres o cuatro veces al día) por las mañanas, sobre las 11.00 horas, «con el sol».
Para quienes tantas veces piensan en empezar a correr pero nunca se deciden, Lucía tiene un consejo: que se den «dos oportunidades, la primera, para probarlo; la segunda, para ganar confianza y persistir». ¿Y un porqué para hacerlo? «Porque correr te cambia la forma de ver la vida: te hace entender tu cuerpo, tus límites, esforzarte y sufrir mientras sientes placer a la vez, llegar a casa y estar en calma».
En su caso, correr le ha llevado también «a muchos sitios diferentes»: «A menudo me pregunto: ¿los hubiera conocido de no ser por el deporte?». Y no solo le ha traído nuevos lugares pisados, «también muy buenos amigos». Y la suerte de disfrutar de su pasión en familia. Y, sobre todo, diversión. Entre los muchos tatuajes que recorren la piel de esta runner entusiasta, hay uno especial: sobre su gemelo derecho trota desde hace dos años el dibujo de una mujer. «Quería algo que me recuerde cuando sea mayor todo lo que he conseguido y, en especial, lo bien que me lo he pasado».
Texto: Iris M. Vázquez
Fotografías: Persígueme