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XXV Media Maraton & 1ª Legua Ciudad de Valladolid.

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Estuvimos en la Media Maratón de Valladolid...

Del sufrimiento a la satisfacción hay tan sólo un pequeño paso en las carreras. Es el que dista entre los metros finales de la prueba y la línea de meta. Los corredores más experimentados saben lidiar con ese malestar que causa el sobreesfuerzo, sin embargo, los nobeles pueden llegar a hincar la rodilla en el suelo a consecuencia de sus despiadados síntomas. Primero es la fatiga, luego el cansancio, a continuación los calambres y, por último, una angustia que resulta muy difícil de lidiar. Pero todo ello desaparece en el momento en que un corredor corona la prueba. Por eso en esta 25 edición de la Media Maratón de Valladolid se ha mezclado la más honda de las alegrías con algún que otro padecimiento que ha llevado a algunos participantes a no poder completar los 21.097 metros de recorrido.

Los grandes ganadores han sido el etíope afincado en Madrid, Bekele Megerssa (1:06:35), y la marroquí Kaoutar Boulaid (1:19:14), que han vencido con holgura en las categorías masculina y femenina. Pero, más allá de estas portentosas marcas, en la cita han corrido alrededor de 2.200 atletas profesionales y aficionados, movidos por ese sentimiento de superación que atesoran los amantes del deporte; y que tan difícil es de controlar.

Porque para los más experimentados en estas pruebas, esta carrera habrá sido una buena oportunidad para lograr una buena marca o para prepararse para otras citas más jugosas. Pero para los 'amateur' se habrá erigido como una perfecta ocasión para demostrar que son capaces de subir el listón de su resistencia hasta los nada desdeñables 21.097 metros.

El afán de superación

Muchos de ellos comenzarían saliendo a correr por las tardes con más reparos que certezas y en un principio conseguirían resultados más que mediocres. Pero con el tiempo se aficionarían a esta práctica y se sentirían a gusto recorriendo en solitario los parques de la ciudad. Con el tiempo, alguien les propondría correr esta media maratón e intensificarían sus entrenamientos. Los días previos, leerían mil y un consejos sobre cómo afrontar estas pruebas y hoy, en su día grandes y el más esperado desde hace mucho tiempo, habrán cumplido su objetivo. ¿Qué importa el tiempo que hayan hecho? La meta de muchos habrá sido, precisamente, cruzar esta meta. Sólo eso.

Por eso, cuando serpenteaban entre las vallas colocadas en los metros finales del recorrido, muchos ya lo celebraban. Levantaban los brazos, sonreían y chocaban la mano con familiares y amigos que habían acudido, con la cámara de fotos al cuello, a darlos un poco de calor. En otros casos, exprimían sus reservas de fuerza hasta el límite y cabeceaban o hacían ese característico gesto del corredor fatigado que podría compararse a masticar hierro. Y, en otros, directamente entraban casi andando, exhaustos y comprobando cómo algo tan insignificante como recorrer 100 metros a trote puede llegar a ser un infierno si los músculos y articulaciones no andan frescos.

En otros casos no habrán podido entrar en meta, como ha ocurrido con esa chica de cuerpo fibroso que cuando aún no había recorrido una legua se ha parado en seco, se ha doblado sobre su abdomen y ha tenido que ser atendida por una ambulancia. Y, cuando muchos atletas y espectadores ya se estaban recogiendo, algunos corredores con voluntad de hierro aún enfilaban la recta de la Plaza de San Pablo, a trote cochinero, pero con una voluntad de hierro, aunque ya se habían sobrepasado las dos horas desde que se iniciara el recorrido.

Un gran ambiente

Como ocurre en cada edición, el ambiente ha sido excelente. Al paso de los corredores de cabeza, el silencio era sepulcral entre ellos; y unos metros antes de que llegaran a la posición de cada espectador se escuchaban sus zapatillas rebotar contra el suelo; y su medida respiración. Pero a medida que iban discurriendo los atletas, el bullicio aumentaba y se podían escuchar los diálogos entre ellos. Las conversaciones entre amigos que han decidido invertir la jornada de domingo en echar una carrera.

Algunos incluso se grababan con el teléfono móvil hablando de lo “reventados” que estaban. Otros, pedían a sus conocidos de entre el público referencias sobre dónde estaba tal y cual colega, que había tirado hacia adelante y le estaba ganando la apuesta. Y algunos padres, incluso, recorrían unos metros con el carrito de su hijo, aunque estaba prohibido que entraran a la meta con él, según se empeñaba en remarcar el 'speaker'.

Como era de esperar, al final ha sido una gran fiesta en la que cada uno ha tratado de extraer lo mejor de sí mismo. A partir de ahora, lo de todos los años: unos pocos tendrán que pagar al resto de sus amigos las cenas perdidas por apostar a que quedarían delante de ellos en una media maratón. Y, por supuesto, a entrenar duro los siguientes 364 días para que el año que viene se vea obligado a pagar el convite otro que esta vez se haya librado. Y, claro, para mejorar la marca de 2013.

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