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Un decisivo toque cítrico para el patinaje en Valladolid

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Vienen rodando fuerte. Son ya más de un millar, de todas las edades. Son los Rolling Lemons, un club de patinaje en el que la cuota incluye altas dosis de diversión, tanto para quienes desgastan por ocio las ruedas de sus patines en La Limonera, la nave del club en el nuevo polígono industrial de El Carrascal de Valladolid (donde les puedes encontrar cada tarde, desde las 17.00 horas hasta las 22.30 – 23.00 horas) como para los federados. La velocidad es la favorita de las disciplinas que practican estos limones, seguida muy de cerca por el hockey línea. Hace tres años, además, se lanzaron al patinaje artístico y no falta tampoco, claro, el freestyle. Eso en cuanto a disciplinas profesionales, porque quien prefiera el roller soccer, el skate cross o el skater hockey también encontrará aquí su hueco.

Fue en Renedo de Esgueva, a finales de 2008, donde comenzó esta aventura. Allí vivía Pablo López (Valladolid, 1984), un loco del patinaje. En el ayuntamiento lo sabían, y le propusieron dar clases a los vecinos del pueblo. Empezó con grupos pequeños, sobre todo, familias. «Pero la cosa creció tanto que al final fueron los propios alumnos los que me animaron a crear el club», explica. Ya era 2011. Nació sin nombre, así que se puso en marcha un concurso entre los socios para elegir uno. Sonaba con fuerza Making Lemons, como se llama una figura de iniciación al patinaje que consiste en abrir y cerrar las piernas. Y aunque al final se impuso el Rolling, el Lemons se quedó, y así nació la marea amarilla (como llaman también a su afición, «sorprendentemente numerosa para ser un deporte minoritario», apunta Pablo) que está situando el patinaje vallisoletano en el mapa.

Porque el club empezó como un proyecto lúdico («y lo sigue siendo», matiza Pablo), pero lo cierto es que se ha convertido en un nombre que tener en cuenta en competiciones regionales, nacionales e, incluso, internacionales. Casi 30 campeonatos de España atesoran ya los integrantes del equipo de freestyle (algunos de los cuales han llegado a la selección española), que tiene también en su haber cinco ligas nacionales por conjuntos. Y hasta en ocho ocasiones han subido ya al podio patinadores de este equipo en competiciones fuera de nuestras fronteras. En el caso del hockey línea, el equipo compite en la liga de Castilla y León, ámbito en el que se mueve también, aunque a nivel escolar, el de patinaje artístico.


Varios Rolling Lemons posan en la nueva pista de La Victoria

Hasta la fecha, el equipo de velocidad ha competido, sobre todo, a nivel regional, convertido ya en toda una referencia. El próximo año darán el salto a nacional, con el impulso cogido en la pista de patinaje de 200 metros que el Ayuntamiento de Valladolid, a través de la Fundación Municipal de Deportes, ha instalado en el barrio de La Victoria y en la que ya los Rolling Lemons ya están entrenando. «Hemos hecho mucho trabajo de fondo, pero ahora vamos a poder mejorar en la parte técnica y conseguir el plus de calidad que necesitamos para ser un equipo puntero», comenta Pablo, quien, además, valora muy positivamente que «hay cantera, una masa detrás que sostendrá el equipo y hará que evolucione año tras año». Van «a por todas», y no les preocupa no ganar campeonatos. «Si esa evolución no llega en forma de medallas, no pasa nada, porque lo que ocurre en una competición no define ni resume todo lo que se ha hecho en una temporada».

Esta pista es una respuesta a las plegarias de los Rolling Lemons, pero lo que Pablo de verdad desea es «un espacio en el que poder unir todas las disciplinas». Hasta ahora, velocidad se entrenaba en las calles del polígono o en el patio del colegio San Juan de Dios. Freestyle seguirá en La Limonera, los jugadores de hockey continuarán sus entrenamientos en el polideportivo Los Cerros y los patinadores de artístico, en las instalaciones deportivas de la Universidad de Valladolid, UVa.

El alma máter de los Rolling Lemons no recuerda cuándo empezó patinar («tendría siete u ocho años»), pero es difícil concebir la vida de Pablo sin unas ruedas bajos sus pies desde que los Reyes Magos le trajeron su primer par de patines. «Eran bastante malos», confiesa, «así que mi abuelo me compró unos mejores». La pista que presenció sus primeros giros estaba detrás de su casa en Soria, donde vivió hasta los 17 años, después de haber pasado los cinco primeros también fuera de su patria chica, en Plasencia. Vino después la universidad, ya de vuelta en Valladolid. Investigación y Técnicas de Mercado fue la carrera elegida. A ello se dedicó, lo compaginaba con los Rolling Lemons: «Hasta que tuve que elegir, tenía que dedicarle más tiempo al club si quería darle un empujón, aunque al final no me he desvinculado del todo de mi profesión, aplico lo aprendido en esto». Fue en la ciudad del Pisuerga, precisamente, donde empezó con la velocidad, su disciplina preferida.

Pablo López, fundador de los Rolling Lemons, en la pista de velocidad de La Victoria
En la imagen, Pablo López, fundador de los Rolling Lemons

Una veintena de monitores transmiten su pasión por el patinaje a quienes se unen a los Rolling Lemons. «El 90% son patinadores del propio club», comenta Pablo, que ahora enseñan tal y como aprendieron, «con seguridad y cuidando la técnica, con el compañerismo como bandera, sintiéndose parte de un equipo, queriendo siempre superarse». Subraya que en las filas del club «hace unos años había más mayores que pequeños, pero ahora el 80% de los miembros del club son menores de edad», señal de que la semilla plantada va dando sus frutos, germinada a menudo en familia. Y es que no son pocos los hijos patinadores de padres que también lo son. Toca ahora trabajar para captar a adolescentes y jóvenes, pues la franja de 16 a 30 años es la más floja. «La mejor forma de motivar a alguien a empezar a patinar es que vea a quien empezó con los Rolling Lemons sin saber nada y ahora forma parte de un equipo de veteranos». Lo de hockey y velocidad, por ejemplo, están integrados en un 50% por padres de alumnos del club. Porque la afición también se transmite a la inversa, y esta marea amarilla, por suerte, no se cansa de sumar limones.


Texto: Iris M. Vázquez
Fotografías: Persígueme

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